Honra a tu Padre y a tu Madre

🚹 Hoy es el día del padre, por lo tanto, tomate un tiempo para leerlo con calma, reflexiona, medítalo, y después reenvíalo a tus contactos.

📖 “Hijos míos, escúchenme a mí, que soy su padre; sigan mis consejos y se salvarán. El Señor quiere que el padre sea honrado por sus hijos, y que la autoridad de la madre sea respetada por ellos. El que respeta a su padre alcanza el perdón de sus pecados, y el que honra a su madre reúne una gran riqueza. El que respeta a su padre recibirá alegría de sus propios hijos; cuando ore, el Señor lo escuchará. El que honra a su padre tendrá larga vida; el que respeta a su madre será premiado por el Señor, pues obedece a sus padres como si fueran sus amos. Hijo mío, honra a tu padre con obras y palabras, y así recibirás toda clase de bendiciones. Porque la bendición del padre da raíces firmes a una familia, pero la maldición de la madre la arranca de raíz. No te sientas orgulloso viendo a tu padre pasar vergüenza, pues esto no es ninguna honra para ti. El honor de un hijo está en el honor de su padre; en cambio, el que desprecia a su madre se llena de pecados. Hijo mío, empéñate en honrar a tu padre; no lo abandones mientras tengas vida. Aunque su inteligencia se debilite, sé comprensivo con él; no lo avergüences mientras viva. -Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristeza; aunque chochee, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor. - Socorrer al padre es algo que no se olvidará; será como ofrecer sacrificio por los pecados. Cuando estés en aflicción, Dios se acordará de ti y perdonará tus pecados como el calor del sol derrite el hielo. El que abandona a su padre ofende al Señor, y el que hace enojar a su madre es maldecido por Dios.” —Eclesiástico 3:1-16 DHHDK

Reflexión 🤔 La formación de una familia o la convivencia familiar se ha vuelto algo cotidiano, sin misterio, común y ordinario. Pero para quienes somos padres, supone una fuerte exigencia en lo relativo a la educación de los hijos, la manutención de un hogar y las responsabilidades propias del padre y de la madre. Para los hijos supone un nivel serio de estrés, el estudio, la obediencia y la cooperación en las labores o necesidades de la vida familiar, de las cuales muchos jóvenes se ausentan, dejándoles toda la carga a sus padres.

En lo que respecta a la vida de pareja, la sociedad nos habla hoy de tantas modalidades de vida familiar, que da la impresión de que lo que se conoció como la familia «tradicional» tiende a desaparecer. Las sociedades y culturas actuales, ya no entienden por familia a un conjunto de personas vinculadas por un amor auténtico y fiel entre ellas, y por los lazos de la sangre, sino que las familias «modernas» se establecen por motivaciones meramente legales o afectivas, pero no suponen una estabilidad ni un compromiso de fidelidad de por vida. Para esas “uniones” los lazos de la sangre ya no son necesarios porque los matrimonios de ahora son abiertos a las ideologías de la cultura, y se han vuelto desechables como todo lo demás.

Sin embargo, Dios a través de la biblia, hace énfasis en la familia tradicional: la de un padre y una madre que se han unido por amor mutuo, y cuyo amor ha fructificado con unos hijos propios, que llevan rasgos genéticos muy semejantes. Ellos están estrechamente unidos, y todo cuanto sucede en torno suyo afecta a cada uno de sus miembros. La vida familiar es algo querido por Dios, y Dios también quiere que los miembros lleguen a la plenitud, la realización y la felicidad, pero cada uno es responsable de que todos los demás miembros de la familia lo consigan. La literatura sapiencial nos da «tips» concretos para la consecución de la plenitud. Las culturas pueden proponer sus diferentes modelos de familia, pero tarde o temprano, sus resultados demostrarán lo erróneo de su proceder.

Respecto del cuidado que los hijos deben a sus ancianos padres, Carlos fuentes escribía: “Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural ya no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre.

Es cuando el padre se hace mayor y comienza a titubear como si estuviera caminando dentro de la niebla, lento, lento, inseguro e impreciso.

Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no puede ni quiere estar solo.

Es cuando el padre, antes firme e insuperable, ahora se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar.

Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana, porque ya para él, todo está lejos.

Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador, fracasa ahora en ponerse su propia ropa y no recuerda tomar sus medicamentos.

Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró, ahora depende de nuestra vida para morir en paz.

Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo, nuestra última escuela y enseñanza, y también nuestra última oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas. Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo barreras y corralitos, ahora también vamos a cambiar la distribución de los muebles y a suprimir las escaleras para proteger a nuestros ancianos padres.

La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera. La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el “des templamiento de la edad”. Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros antiguos protectores.

No podemos dejarlos ningún momento solos. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas para prevenirles una caída, igual como se extendieron a nuestro alrededor los suyos, cuando intentábamos de niños, dar nuestros primeros pasos.

Envejecer es caminar sosteniéndose inseguramente de los objetos, envejecer es sentir que subimos escaleras aún sin haber escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa y nos volveremos casi invisibles aún para las visitas, pues a nadie le interesa platicar con un viejo que va perdiendo sus facultades y lucidez mental.

Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y sin recordar porqué están allí. Nos lamentaremos de lo bajo de los sofás, de las estatuas y de la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos, y aún la alfombra que nos tropieza.

Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide de él un poco cada día.

Ilustración 📃 “José un gran amigo mío, acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas, cuando José gritó desde su asiento: ¡Deja que te ayude papá! Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre ya consumido por el cáncer: estaba pequeño, arrugado, frágil y tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y le decía en voz baja: “Aquí estoy, aquí estoy ¡papá!” …

Lo que un padre quiere oír al final de su vida, es que su hijo está ahí”.

Esta reflexión larga, tierna y profunda, ojalá puedas compartirla a muchas familias, porque es Importante la memoria, la gratitud y el amor en estos tiempos donde los valores espirituales se están perdiendo a un ritmo tremendamente acelerado. “Cuando Jesús el Hijo del hombre venga, ¿acaso encontrará todavía fe en la tierra?” —Lucas 18:8

Bendiciones y feliz Domingo! 🤗

“Habla de Dios y lee la biblia, porque solo ella es el manual perfecto para conducir nuestra vida de acuerdo al plan y al propósito de Dios hasta el final de nuestros breves días, y solo ella nos llena del verdadero sentido de vida, tanto temporal como eterno. La verdad de nuestra vida está en la biblia, al igual que la verdad sobre nuestra eternidad“

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