Sólo Simeón y Ana

📖 “Ocho días después, cuando el bebé fue circuncidado, le pusieron por nombre Jesús, el nombre que había dado el ángel aun antes de que el niño fuera concebido. Luego llegó el tiempo para la ofrenda de purificación, como exigía la ley de Moisés después del nacimiento de un niño; así que sus padres lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. La ley del Señor dice: «Si el primer hijo de una mujer es varón, habrá que dedicarlo al SEÑOR ». Así que ellos ofrecieron el sacrificio requerido en la ley del Señor, que consistía en «un par de tórtolas o dos pichones de paloma». En ese tiempo, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era justo y devoto, y esperaba con anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Mesías del Señor. Ese día, el Espíritu lo guió al templo. De manera que, cuando María y José llegaron para presentar al bebé Jesús ante el Señor como exigía la ley, Simeón estaba allí. Tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios diciendo: «Señor Soberano, permite ahora que tu siervo muera en paz, como prometiste. He visto tu salvación, la que preparaste para toda la gente. Él es una luz para revelar a Dios a las naciones, ¡y es la gloria de tu pueblo Israel!». Los padres de Jesús estaban asombrados de lo que se decía de él. Entonces Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre del bebé: «Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, y también el ascenso de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán. Como resultado, saldrán a la luz los pensamientos más profundos de muchos corazones, y una espada atravesará tu propia alma». En el templo también estaba Ana, una profetisa muy anciana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Su esposo había muerto cuando solo llevaban siete años de casados. Después ella vivió como viuda hasta la edad de ochenta y cuatro años. Nunca salía del templo, sino que permanecía allí de día y de noche adorando a Dios en ayuno y oración. Llegó justo en el momento que Simeón hablaba con María y José, y comenzó a alabar a Dios. Habló del niño a todos los que esperaban que Dios rescatara a Jerusalén. Una vez que los padres de Jesús cumplieron con todas las exigencias de la ley del Señor, regresaron a su casa en Nazaret de Galilea. Allí el niño crecía sano y fuerte. Estaba lleno de sabiduría, y el favor de Dios estaba sobre él.”
‭‭(Lucas‬ ‭2:21-40‬ ‭NTV‬‬)

Reflexión 🤔 Simeón y Ana son dos de los personajes que el evangelio de Lucas nos presenta relacionados con la primera infancia de Jesús, acogiendo al niño en el templo y bendiciendo a Dios por él.
El encuentro tiene un encanto especial. Por un lado los padres, María y José con el niño, acercándose piadosamente a cumplir lo que mandaba la ley, y por otro, Simeón y Ana, dos ancianos que acogen al niño reconociendo en él la salvación de Dios.
Cuando acuden al templo de Jerusalén entran en escena Simeón y Ana. Simeón, que significa (etimológicamente) «Dios ha escuchado», es, según el contexto y la tradición, un anciano piadoso y justo que aguardaba la consolación de Israel. Es un hombre atento, lleno de Espíritu Santo, y ha recibido de Dios la promesa de que no morirá sin ver al Cristo, al Ungido de Dios. No se nos dice que sea sacerdote. Cuando recibe al niño en el templo pronuncia un canto de alegría y hace una profecía a su madre sobre el futuro del niño. Por su parte, Ana, que significa «favor», «gracia», no pronuncia ningún cántico, se la llama «profetisa» «mujer consagrada a Dios e intérprete de sus designios», alababa a Dios y hablaba a todos del niño. De ella se nos especifica su origen y algunos datos de su vida: de la tribu de Aser, de edad avanzada, viuda. Y dedicada noche y día, a servir a Dios con ayunos y oraciones.
Simeón y Ana que representan el pasado piadoso y esperanzado de Israel dan la mano a la sorpresa de la nueva alianza, la nueva manifestación de Dios, en la figura del niño. Ellos son ancianos, él es recién nacido. El pasado y el futuro de Israel se abrazan. La Antigua Alianza da paso a una manera nueva de hacer Dios presente su salvación, su amor a los hombres. Lucas reviste todo el relato de gozo, alabanza, esperanza cumplida, sin negar la contradicción que supondrá para muchos esta presencia de Dios en Jesús.

Conclusión: Sólo dos ancianos esperando y reconociendo a Jesús?..

Solo los que no esperan nada del mundo material y tienen puestos sus ojos y su corazón en las promesas de lo alto, serán aptos para verlas realizarse en su vida.

Bendiciones y feliz Lunes!…🤗

“Habla de Dios y de la biblia, y sigamos conociendo el desarrollo y el cumplimiento de los acontecimientos profetizados sobre Jesús el Salvador del Mundo y su segunda venida”

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