Nada Trajimos, Nada nos Llevamos
📖 “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?”
Mateo 16:26 LBLA
Reflexión 🤔Es importante revisar con frecuencia y honestidad, el estado de nuestro corazón con respecto al dinero y a los bienes materiales, para comprobar si todavía Dios, el único Dios del cielo y de la tierra, sigue siendo nuestro Dios, o si ya lo hemos sustituido por el dios falso del dinero. Alguien dijo que “Según el uso que se le da al dinero se conoce a los sabios”.
La atracción malsana de las riquezas, más que darnos algún bien trascendente, nos quita y nos roba lo que de verdad vale, que son los bienes eternos.
Nos roba la paz, nos roba los valores espirituales, nos roba la dignidad, nos roba nuestra sensibilidad humana, y hasta nos quita la espontánea alegría de vivir con sencillez; y a cambio nos deja solo desconfianza, temores y vanidades, que nos hacen olvidar lo que es verdaderamente valioso: el amor a Dios y a los demás, la convivencia con la familia y la solidaridad con los necesitados, y nos deja solos, muy solos con nuestras falsas riquezas que nos empobrecen.
Hay ejemplos tristes que quedan escritos en la historia, para que otros nos hagamos prudentes a tiempo.
Ilustración 📃 Cuando Mazarino, un rico y avaro señor de Francia se sintió llegar a las puertas
la muerte, mandó que le trajesen todos sus tesoros para verlos por última vez. Su recámara se convirtió en un joyero de riquezas y en un museo de arte.
Mirándolo todo con ojos desencajados, y sabiendo que tenía delante de sí todo lo que siempre había sido el motivo principal de su vida, crispaba sus manos sobre las sábanas de su cama, y gemía diciendo: —“¡Y pensar que lo pierdo todo! ¡Y pensar que lo he de dejar todo!”
Y así murió Mazarino el avaro. Los pocos sirvientes que contemplaron aquella grotesca escena, y que vieron morir a su amo, quedaron profundamente aterrados, pero contentos de ser pobres, y se sintieron muy felices de poder abrazar con amor a sus hijos y a su esposa, aunque no fueran ricos. La experiencia y el recuerdo de su difunto amo, jamás se apartaría de las vidas de aquellos sirvientes, marcándolos para su bien. Aquel día ellos habían comprendido mediante una lección profunda y práctica que se ejecutó delante de sus ojos, que la felicidad no estaba en las riquezas, las que en cambio, sutilmente los podrían perder.
📖 “Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos. En cambio, los que quieren hacerse ricos caen en la tentación como en una trampa, y se ven asaltados por muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.” 1 Timoteo 6:7-10
Por lo tanto deberíamos hacer como Salomón: pedir sinceramente a Dios que de verdad sea Él quien tenga el control de nuestros anhelos y nuestras necesidades de principio a fin, para que nuestra prioridad nunca sea el dinero.
Oración 🙏🏻 “Señor mi Dios, creador de todas las cosas, de todos los bienes y de todas las personas, dame un corazón entendido y sabio y unos sentimientos nobles, para usar lo material dándote siempre honra a ti, y nunca para ofenderte. Hazme generoso y desprendido, para ayudar con liberalidad a los demás. Quiero agradarte y no terminar reprobado como un necio que malgastó su vida sirviendo al falso dios del dinero. Porque donde esté mi tesoro, ahí estará también mi corazón. En el nombre de Jesús, amén!”
Bendiciones y feliz Martes!...😊
“Habla de Dios y de la Biblia, y recuerda que: “Vale más el día en que se muere que el día en que se nace. Vale más ir a un funeral, que ir a divertirse; pues la muerte es el fin de todo hombre, y los que viven debieran recordarlo. Vale más llorar que reír, pues podrá hacerle mal al semblante pero le hace bien al corazón. El sabio piensa en la muerte, pero el necio, sólo en ir a divertirse. Eclesiastés 7:1-4 DHH94I